
Dormir es una de esas cosas que todos hacemos pero pocos entendemos. Nos obsesionamos con las horas que dormimos, con el colchón de moda o con si la habitación está a 18 grados exactos para el “sueño perfecto”. Pero hay un detalle que suele pasar desapercibido: la postura en la que te duermes y, sobre todo, en la que amaneces.
Porque seamos honestos: puedes meterte a la cama como un príncipe o una princesa de cuento, y levantarte como si hubieras sobrevivido a una pelea en un colchón de clavos. Y ahí está la clave: la postura no solo afecta cómo descansas, también influye en tu digestión, en el dolor de espalda, en el ronquido y hasta en las arrugas de tu cara.
Así que, si alguna vez te has preguntado si de verdad hay una manera “correcta” de dormir, la respuesta es: depende. Pero hay ciencia detrás de esto, y hoy la vamos a desgranar de forma sencilla (y con un poco de humor, que dormir ya es bastante serio).
Dormir de lado: el clásico ganador
Si hubiera que darle un premio a la postura más saludable, dormir de lado se llevaría la medalla de oro. Es cómoda, práctica y, con un par de ajustes, puede ser la mejor amiga de tu espalda. Los expertos de la Sleep Foundation señalan que esta postura mantiene la columna recta y reduce tensiones en caderas y pelvis.
¿Mejor lado? El izquierdo. No es superstición: dormir sobre ese lado ayuda a reducir el reflujo y la acidez, porque aprovecha la gravedad para que los ácidos del estómago no “suban” hacia el esófago (Healthline). También se cree que favorece la limpieza del cerebro durante la noche, en un proceso natural llamado sistema glinfático (sí, nuestro cerebro también hace “limpieza nocturna”).
Peeero… no todo es perfecto. Dormir de lado puede dejarte el hombro como si hubieras hecho 200 flexiones o con los brazos adormecidos. Aquí la clave está en la almohada: una que rellene bien el hueco entre el cuello y el hombro, y otra (extra) entre las rodillas para mantener la cadera alineada. Parece un ritual extraño, pero créeme: tu espalda lo agradecerá.
Dormir boca arriba: la pose zen
Dormir boca arriba es esa postura que parece sacada de un anuncio de colchones. Y lo cierto es que es bastante buena para la espalda: el peso se distribuye de forma uniforme y la columna mantiene su curvatura natural. Si añades una almohada bajo las rodillas, es casi como darle un spa a tu zona lumbar (Cleveland Clinic).
Además, tiene otro bonus que a mucha gente le interesa: es la postura “antiarrugas”. Como no aplastas la cara contra la almohada, la piel sufre menos y, a largo plazo, se notan menos marcas. Básicamente, es como dormir en modo “tratamiento de belleza gratis”.
El problema: si roncas, dormir boca arriba es como darle al botón de volumen máximo. Y si tienes apnea del sueño, directamente es la peor postura porque favorece que las vías respiratorias se bloqueen. Así que si tu pareja ya te da codazos por la noche, quizá no sea la mejor opción para ti.
Dormir boca abajo: el rebelde de la clase
Sí, mucha gente jura que es la única manera en la que puede quedarse dormida. Pero la verdad es que es la postura menos recomendable. Obliga al cuello a girar durante horas, comprime la espalda y puede afectar a la respiración. Vamos, que tu cuerpo no la disfruta tanto como tú crees.
Eso sí, si eres de los que no pueden dormir de otra forma, hay trucos para hacerla menos dañina: usa una almohada muy fina (o ninguna) y coloca un cojín bajo la pelvis para reducir la tensión lumbar. Es como ponerle un “parche” a un mal hábito: no lo soluciona del todo, pero lo hace más llevadero.
Y ojo, tu cara tampoco sale ganando aquí: al dormir boca abajo, la piel se aplasta contra la almohada toda la noche, lo que favorece arrugas e incluso puede afectar a la presión ocular. Básicamente, es como hacerte un “tratamiento antiestético nocturno”.
Las posturas raras (pero útiles)
No todo es lado, boca arriba o boca abajo. Hay quien duerme semierguido, con una cuña bajo el torso, o incluso en sillones reclinables (los reyes del micro-sueño viendo series). Estas posiciones pueden ser muy útiles para personas con reflujo intenso, congestión nasal o apnea del sueño leve, ya que facilitan la respiración. Eso sí, no son lo más cómodo para pasar 7 horas del tirón, y a la larga pueden dar rigidez.
Entonces, ¿cuál es la mejor?
La respuesta rápida: la que te permita descansar sin dolor ni molestias al despertar.
La respuesta larga: si tu espalda manda, de lado con una buena almohada entre las piernas suele ser lo más equilibrado. Si te preocupa la piel o tienes problemas de columna, boca arriba con un buen apoyo lumbar es una gran opción. Y si eres un irreductible de dormir boca abajo… bueno, que al menos tengas en cuenta los trucos para no machacar tu cuerpo.
El colchón y la almohada también son protagonistas en esta historia. Un colchón de firmeza media suele ser lo más recomendado, y las almohadas deben adaptarse a tu postura favorita. Al final, dormir es como cocinar: puedes tener los mejores ingredientes, pero si la técnica falla, el resultado no será el esperado.
Dormir bien no es solo postura
Claro que la postura importa, pero no es lo único. La higiene del sueño (horarios regulares, nada de pantallas justo antes de dormir, habitación fresca y oscura) hace que cualquier postura sea más llevadera. Y aquí entra también algo muy personal: escuchar a tu cuerpo. Si despiertas con dolores, contracturas o ardor, probablemente no sea solo cuestión de horas de sueño, sino de cómo duermes esas horas.
👉 En resumen: no existe una postura “perfecta” para todos, pero sí hay opciones más recomendables según tu situación. La clave está en conocerlas, probar y adaptar tu descanso hasta dar con la fórmula que mejor te funcione. Tu espalda, tu estómago y hasta tu piel te lo van a agradecer.